Por Javier Esteban
El Señor ha susurrado algo
al oído de las rosas,
por eso se abren
cada día a la caricia luminosa.
Ha murmurado algo a la piedra
y por eso ha surgido
la gema preciosa que centellea
en el fondo de la mina.
También dice algo al oído del sol
cuyas mejillas deslumbran
con relucientes destellos.
¿Qué será lo que el Señor
ha susurrado al oído del hombre
para que éste sea capaz
de amar… incluso a Dios?
Jalaludim Rumi
Los sufis dicen que el sufismo es un viaje, un camino que conduce al Corazón.
Para el sufismo el Universo es la emanación del corazón de Dios creador de todo imaginario (Teofanía). Lo divino se redescubre a sí mismo en el espejo de la conciencia de los gnósticos, abierta a la magia de percibir la única realidad mediante la práctica del amor.
El sufismo es una de las grandes manifestaciones espirituales humanas, además de un conjunto de saberes y prácticas místicas muy poderosas. Probablemente, el sufismo sea la escuela de conocimiento más cercana al viejo saber mediterráneo: los árabes sumaron a la Tradición judoecristiana la magia y la filosofía neoplatónica de los griegos, recibiendo además el influjo espiritual de la India. El conocimiento del sufismo es esencialmente intuitivo y está relacionado con las experiencias extáticas y su relato posterior, insertas en la revelación del Corán y el profeta Mahoma, al que condideran el sello de la profecía. Podríamos decir que el sufismo es el corazón del Islam.
El maestro Nazim Al-haqqani, sheik de la Orden Naqshbandi.
Dicen que el sufi ve su propia existencia como las partículas de polvo que un rayo de sol hace visibles; ni real ni irreal. (Abu,l Hasan ash-Shâdhili).
La noción de Realidad el sufismo parte del conocimiento intuitivo y del pensamiento mágico. Tal vez por ello, los sabios sufíes sean una mezcla de filósofos, poetas y bufones. Baste citar a tres estelas del sufismo para entender la profundidad de esta escuela: El poeta Jalaludim Rumi, el santo y filósofo Ibn Arabi y el sabio bufón Mulá Nasrudin.
No deja de ser curioso que ochocientos años después el latido poético de América (del que surgen Whitman, Dylan o Ezra Pound) esté siendo conquistado por Jalaludin Rumi, el más grande de los poetas ebrios y presunto inventor de la danza de los giróvagos. Rumi siguió la sombra de Shams de Tabriz, su Maestro en el despertar, a quien confiesa en uno de sus rubayat:
Grité y en aquel grito ardí/ Callé y marginado y mudo ardí/ De los márgenes todos me arrojó/ Al centro fui y en el centro ardí.
Derviches Meulevis, girando como planetas alrededor del Sol. Foto Manuel Uzcanga
De Ibn Arabí (uno de los más importantes místicos y filósofos españoles) podemos decir que es el conocedor que rompe los moldes de la experiencia mística:
Mi corazón se ha abierto a todas las formas: es pasto para las gacelas, convento de monjes cristianos, templo de ídolos, la Caaba del peregrino, las tablas de la Torá y el libro del Corán. Practico la religión del Amor. En cualquier dirección en que sus caravanas avancen, la religión del amor será mi religión y mi fe.
Islamismo versus sufismo
Los gnósticos y santos del Islam están en las antípodas de la versión violenta del terrorismo “islamismo” radical y de la intolerancia de la Sharía o Ley islámica.
Bin Laden es un demonio para los hombres de corazón: un demonio que se viste y se hace pasar por uno de ellos, porque “el murmurador” trabaja sin descanso para dominar las almas.
La guerra santa del sufismo sólo tiene lugar en el corazón, puesto que en esencia todo sucede en el corazón y no hay más Realidad que la Unidad.
El sufismo es el néctar del Islam, pero nada tiene que ver con el islamismo. Los sufíes no suelen hacer política, sino que la padecen: han sido perseguidos desde Irán hasta Turquía, desde Afganistán hasta Argelia. Sus lugares santos han sido pisoteados, sus libros quemados, sus visionarios asesinados o torturados salvajemente por quienes hacen de la Ley (Islam exterior) una prioridad absoluta sobre el corazón.
Amansar las almas, práctica sufí.
La práctica Sufí
El diálogo entre Amado y Amante es el centro de la vía sufí, y sucede en el corazón de cada ser humano. Cada minuto y en cada respiración es recordado el creador para los hombres realizados en la propia extinción de sus apariencias. Eso hace de la vida un viaje iniciático completo que abre a otras realidades distintas: el mundo es un imaginario consciente que percibimos y, salvadas las apariencias, se nos va desvelando. Esta manera de estar presente abre paso al tesoro oculto que mora en cada ser humano.
El viaje interior de los sufíes transforma el tiempo, la percepción y el estado de las cosas. Sus practicantes se ven desde fuera y desde dentro, rompiendo los límites de la razón. Los ritos y las oraciones multiplican y suspenden el tiempo y las cosas cambian de apariencia. En el jardín del alma se insinúan las rosas y los pájaros, dicen sus poetas.
El dickr (ceremonia del recuerdo consistente en la repetición de los atributos divinos o nombres de Allah), convierte las mezquitas en barcos suspendidos en el aire, en medio de una marejada dulce que todo lo envuelve.
Alegoría de una ceremonía en la que las almas se unen
Sobria Ebrietas
La ebriedad de los místicos del Islam no ha sido comprendida, como no lo fue la de los místicos cristianos. La mística no interesa a las instituciones ni al poder, porque aleja del mundo a sus practicantes, confundiéndolos a los ojos de los ortodoxos y abriéndolos a realidades secretas que durante siglos quisieron monopolizar los intermediarios del alma.
Baste para cerrar estos apuntes narrar una de las viejas historias del sufismo. Cuentan que un sufi llamado Abû ´L Hassan estaba en pleno éxtasis divino, sumergido en una orgía con Dios, cuando creyó oir su voz.
– Como se enteren allí abajo de lo borracho que estás te van a lapidar. ¿Quieres que cuente a la gente tu estado para que te lapiden?
El sufi contestó:
– ¿Quieres que hable a la gente de tu infinita Misericordia, para que nunca vuelvan a postrarse ante Ti en oración?