Aprendiendo de Ibn Arabí, con Fernando Mora.

DIARIO PARA LA ESPERANZA, sábado 18 de abril

por Javier Esteban

XXI
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
Después soñé que soñaba

Antonio Machado, Proverbios y cantares

Buscamos explicaciones, más tarde buscamos causas, al final buscamos manantiales…

De momento encuentro este bello texto de Fernando Mora, el filósofo que traduce a Ibn Arabí, al que llaman el maestro de los maestros.

<< Estas son algunas de las cosas que he aprendido estudiando a Ibn Arabí, escribe Fernando Mora:

Dios crea el mundo según lo que conoce. No crea el bien y el mal, sino que conoce un mundo, bueno y malo, que crea de acuerdo a dicho conocimiento. La denominada misericordia ontológica no discrimina y trae a la existencia tanto lo positivo como lo negativo.

Dios no es la causa del mundo, sino que es el creador de las causas.

Dios no castiga a nadie; es cada cual el que se castiga a sí mismo.

Lo que adoramos no es a Dios en sí (el cual resulta inaccesible y está más allá de ser y no-ser), sino al llamado Aliento del Todo-Misericordioso, la divina respiración, que es la manifestación de la compasión existenciadora.

Todos los seres —animados e inanimados— del cosmos hablan y están vivos porque adoran aquello que entienden de Dios. Toda la existencia le rinde la llamada adoración esencial. Nadie ni nada puede sustraerse a ella.

Los seres humanos no son los únicos seres parlantes que existen en el cosmos. Todo el universo habla.

Todos los seres irracionales están imbuidos de santidad natural. También son capaces de interceder por nosotros y de granjearnos la gracia divina.

No sólo todos los seres están dotados de lenguaje, sino que el lenguaje mismo es una comunidad de seres.

Todos los seres, incluso los más malvados, están destinados a la felicidad última.

La verdad en sí es inaccesible en la medida en que percibimos el mundo desde un punto de vista limitado y de acuerdo a una capacidad determinada.

No se debe buscar a Dios (sólo se busca lo inexistente, lo que no está aquí). Hay un aspecto de Dios que está siempre presente y no es en el futuro ni en el más allá, sino en el aquí y ahora, que lo reconocemos. >>

Gracias, Fernando.